Uno puede pensar en Dios como la fuerza de vida que impregna el cosmos - gravedad o levedad, no le importa. Como un ejemplo de tal energía, uno puede tomar un enchufe y ponerlo en un toma corriente eléctrico - esta "desintegración” es de lo que se trata el volverse espiritual. Uno se conecta con "Dios". Pero piense sobre esa fuerza de vida eléctrica: No tiene ninguna forma. En otras palabras, no es un ser humano. No tiene ningún género; no es un varón. No tiene ningún color; no es blanco. No tiene ningún tamaño y ningún recipiente.
Esa fuerza de vida, o "Dios” no es un hombre blanco gigante, como nos han dicho, que puede encarnar misteriosamente a través del útero de una virgen de cualquier etnia particular. En vez de ser históricos, estos son mitos que son meramente simbólicos para la creación de la materia por medio del espíritu.
En el Lejano Oriente, esta fuerza de vida ha sido discernida como y catalogada como el "Tao". El Tao es la "cosa" que hace que los pájaros canten, que los gatos ronroneen y la savia de los árboles corra. Nosotros también podemos llamarlo "conciencia cósmica”. Simplemente es una energía, o espíritu que satura todas las cosas. Lejos de tener género, como hemos sido guiados a creer, es el principio magnético entre las potencias masculinas y femeninas. También es las polaridades masculina y femenina mismas. Este Gran Espíritu, Tao, o Dios, abarca todas las cosas. Si no está abarcando todo, no es Dios.
Cualquier cosa menos del total no es Dios.
La definición de "Dios" es omnipresencia misma. Nada está fuera de "Dios".
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